Viernes dulces
Durante un año entero establecí un sencillo ritual con el menor de mis hijos. Cada mediodía, al salir del colegio, le ofrecía ambos puños cerrados. El elegía uno y abría la boca cerrando los ojos, entonces yo introducía en su boca el caramelo.
El ritual se mantenía cuando yo no podía acudir a la escuela a través de una tercera persona.
Acertó todas las veces, pues, aunque el no lo sabía, ambas manos contenían un caramelo idéntico en color, forma y sabor que se repetía según el día de la semana.
Los fines de semana utilizaba otro tipo de dulce cuyo color era diferentes para cada mano: blanco para la izquierda y negro para la derecha.
Nunca le dije que una de las manos estuviese vacía, pero tampoco lo contrario. Desde el primer día le ofrecí ambas puños en silencio y el al acertar siempre sencillamente perdía el interés por el otro puño cerrado.
Después de pocas semanas el limón, sin ser el favorito, era el más deseado: su sabor convertía en fin de semana los días siguientes.
Con los caramelos desechados confeccioné, como un espejo, dos calendarios, uno de cada mano.





Papel fotográfico sobre dibond cristalizado
120 cm x 70 cm

Mano derecha


Papel fotográfico sobre dibond cristalizado
120 cm x 70 cm


Mano izquierda



Adaptaciones editoriales
Revista Cultura's. 24 de noviembre del 2014
'LaNación', Argentina. Noviembre del 2018