Pablo Corral Vega lo conocí hace algunos años en Ciudad de México. Ambos estábamos invitados a la Cumbre Mundial de Diseño en Prensa. 
Tras mi ponencia/lectura de columnas me dedicó un hermoso libro con su trabajo. Yo todavía tuve la desfachatez de pedir más: un texto para un libro que estaba por editarse con una selección de mis columnas de opinión. Y Pablo, enorme en su generosidad, no solo me escribió un texto que dudo merecer, también me regalo una de sus maravillosas fotografias. 
Hoy acepta el cargo de Secretario de Cultura de Quito, su ciudad natal, y me alegro por el y por sus conciudadanos. Hace falta mucha altura humana para servir. 

Una de mis fotos favoritas de Pablo


Yo, tu
Pablo Corral Vega

El periodismo está enfermo. Es una enfermedad que lo disminuye: le falta poesía, arte, libertad.
Los periodistas hemos creído ingenuamente el mito de la objetividad. Hemos aprendido a hablar con la voz impostada de quien sabe más o mejor. Hemos asumido ese tono omnisapiente de la tercera persona: ellos, ellas, él. Pero nunca yo, tú.
Los tiempos han cambiado. En la red hay un caudal inagotable de noticias, de opiniones, de puntos de vista. Los medios impresos tienen cada vez menos lectores y sus portales digitales compiten por segundos de atención en un océano de ofertas. Para empeorar aún más la situación, en algunos de nuestros países hay gobiernos que nos quieren silenciar porque no somos “objetivos”. Quieren esterilizarnos, obligarnos a repetir la verdad oficial.
Este es el mejor momento para la información y el peor momento para los periodistas. Nuestra profesión sufre una crisis profunda de identidad. ¿Somos aún relevantes?
Jaime Serra nos recuerda que somos más relevantes que nunca. Jaime es un periodista que se da el permiso de hablar con garra, con coraje, con ternura, con sencillez. Jaime es un periodista artista. Es decir, es un artista que investiga, que cuenta historias que nos importan a todos. Y es un periodista que se atreve a hablar con una primera persona cargada de dudas. Un periodista que toma, del arte, la libertad.
Jaime Serra nos descubre que lo que importa es el ser humano concreto, tanto el que cuenta las historias como el que aparece en ellas. Jaime es un ser humano que tiene adicciones, que celebra la dulce lotería del deseo, que folla y a veces no folla, que celebra la excentricidad, que denuncia la violencia, que disecciona la soledad, la suya y la nuestra. Un ser humano que se equivoca y que sabe que la vida sin poesía no vale la pena ser vivida.
Es imposible identificarse con ellos, con los otros, con los ajenos y distantes. Pero cuando una historia logra convertir a ese otro distante e impersonal en un ser humano de carne y miedo, un ser que tiembla y goza y desea y celebra, el periodismo vuelve a ser necesario, urgente, relevante.
¿Alguien puede pensar en la mutilación genital femenina de la misma manera luego de ver la columna de Jaime?
El periodismo está enfermo. Sufre un exceso de dolores extraños, lejanos. Necesita de simples y cotidianas dulzuras, de historias humanas y concretas contadas por personas humanas y concretas. Necesita despojarse de esa máscara anticuada de la objetividad, y reírse y llorar como sólo saben hacer los locos y los niños.