La Vanguardia, 21 de mayo
Traslación a emoticonos del popular cuento El dinosaurio, de Augusto Monterroso
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí
Pensar con emoticonos
Al principio era la imagen,
nuestro lenguaje natural. Desde el nacimiento nos comunicacmos viendo y
haciendo ver. Antes de hablar correctamente aprendemos a interpretar
representaciones visuales – a menudo muy alejadas de la realidad- sin demasiado
esfuerzo. Más tarde, y tras años de trabajo, aprendemos a leer y escribir con
mayor o menor fortuna. Lo visual nos es familiar, sencillo, amable. Como
herramienta de expresión difícilmente estará al alcance de lo textual.
Somos capaces de elaborar complejos mundos visuales no lineales a los que de
accedemos con relativa facilidad. Mundos que difícilmente se pueden construir
con la palabra, mucho más precisa. La palabra escrita es una cultura
impuesta, contra natura. Y sin embargo es la cima de la cultura: pensamos en
palabras. No por saber usarla pensaremos mejor, pero no podemos pensar sin
ella. La palabra es la más completa y compleja herramienta de comunicación. No
todo puede ser explicado mediante imágenes y si todo puede ser explicado de
forma precisa mediante la
palabra.
El emoticono, aunque imagen, no es expresión. No son
creados por el comunicador, son elegidos para hacer una traslación de un
pensamiento, de una palabra; pero, mucho menos preciso que esta, su calidad
comunicativa es deficiente. Una herramienta banal como expresión y pobre
comunicativamente. Sin embargo -o quizás por eso mismo- como el fast food o la telebasura, parece haber venido para quedarse.