Revista Cultura's, 9 de enero del 2016
Adaptación editorial de la pieza producida y expuesta en Big Bang Data, Fundación Telefónica Buenos Aires, 2 de julio al 28 de noviembre de 2015
Contarse
Hemos externalizado nuestra memoria. Estamos entregando el pasado y el presente de nuestra intimidad a manos ajenas a través de todo tipo de dispositivos. Hemos sucumbido a la ilusión de tener nuestros datos (fotografías, mensajes, llamadas, compras, buscas en Internet) en una nube no evil para siempre. Y lo hacemos aunque Snowden nos ha explicado que no es así, que ese gran archivo ‘big data’ es para la vigilancia masiva y el espionaje comercial. No nos damos cuenta de que, para siempre, nuestra memoria guardada por defecto, nuestra vida datificada, seguirá allí en la nube para recordar si somos lo bastante obedientes para ser contratados, tener seguro médico o pedir un crédito. Snowden no está sólo. En la reclamación de la propiedad de nuestros datos, hemos visto últimamente la victoria del derecho al olvido que obliga a Google a retirar datos de nuestro pasado y, más recientemente, la sentencia que declara inválida la decisión de la Comisión Europea que permitía la transferencia de datos personales a Estados Unidos.
Jaime Serra trabaja a partir de datos extraídos de su cotidianidad con un lenguaje dislocado de su ámbito natural periodístico. Los datos personales desplegados a través de gráficos y textos se convierten en objetos extraños. La infografía como dispositivo de extrañamiento permite coger lo que verdaderamente importa: el relato que nos interpela y nos invita a hacer un cambio de conciencia y de percepción. Con su trabajo ‘Lo vivido, lo sucedido’ nos devuelve a la memoria propietaria. A repensar lo que hemos sido y lo que somos. Es un retorno a nuestra intimidad. Una intimidad construida, más real que la ficción
que nos rodea. Nada que ver con entregarlo todo por defecto a la esfera pública. Es la resistencia del individuo a formar parte de una estadística. El retorno a lo improductivo, de la imaginación y del juego, relato de la experiencia propia que no tiene que ver ni con el consumo ni con la producción que promueve la datificación del mundo.
Las vías por las que recordamos nos definen nuestro presente. Los datos almacenados automáticamente en un data center se equivocan, no perdonan, mienten. Por sí mismos no construyen ningún relato. No son nuestra historia. La historia no es aquello que sucedió si no que es aquello que nos explicamos desde el ahora. Reclamemos, pues, la propiedad de nuestros datos. Observémoslos. Preguntémonos. Se producirá un desplazamiento. Seremos el pasajero en el interior de un vehículo conducido por nosotros. En este extrañamiento aparecerá lo que no esperábamos.
Olga Subirós
Comisaria de exposiciones y arquitecta